Extraño el
oficio de mermeladero. Mejor dicho, el de hacedor de mermeladas. O el de
fabricador de sabores.
Mezclador
de colores. Inventador de mezclas de frutas.
Y no
inventor… sí, no quise decir inventor.
Inventador:
esa es la palabra. Una palabra nueva. Porque el inventor se guía por sus
necesidades y sus conocimientos.
El
inventador de mermeladas no se guía. Simplemente inventa. Inventorea. Prueba. Y
se deja seducir por los sabores. Por las mezclas de frutas. Por los colores.
Y aprisiona
en frascos aquello que no puede aprisionar de otra forma: colores, sabores,
texturas. Amor.
Porque
dentro de esas mezclas que fabrica pone una gran dosis de amor.
Amor para
ustedes, para ellos, para nosotros. Amor.